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Lo “gambeteó” la selección campeona del mundo y el titular de la AFA, al dejarle vacío el balcón con la bandera y una lista de mensajes sin responder. Ahora, con el fallo a favor de Larreta, la corte le anota el segundo gol en diez días, el primero había sido la condena firme a Milagro Sala. Mientras, del kirchnerismo “ni noticias” y hasta “Alfa”, el concursante de Gran Hermano, se animó a ridiculizarlo.

No solo los goles de Lionel Messi o las atajadas del “Dibu” Martínez causan asombro y admiración en el mundo. Hay otras demostraciones de habilidad, menos difundidas, que podrían lograr impactos similares si el planeta se enterara. Un buen ejemplo es lo sucedido el 20 de diciembre en el Obelisco porteño mientras 5 millones de argentinos festejaban la obtención del Campeonato Mundial de Fútbol. No hay registros visuales porque hasta allí no pudieron llegar las cámaras de la TV, ni los drones ni el ómnibus celebratorio con los campeones de Qatar.

Las imágenes de los dos trapecistas callejeros recorren el mundo, viralizadas y mezcladas con los goles de la Selección. Es una metáfora de estos tiempos. Y es el complemento perfecto de lo que sucedía en lo más alto del poder. Alberto Fernández había preparado la Casa Rosada con una bandera albiceleste que recorría el balcón histórico de punta a punta. Había sandwiches y bebidas para todos y la promesa oficial de imitar a Raúl Alfonsín en 1986. “El balcón es para ustedes solos con el pueblo”, era el mensaje del Gobierno. Pero no le creyeron al Presidente.

El diálogo entre el titular de la Asociación del Fútbol Argentino, Claudio “Chiqui” Tapia y el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, jamás llegó a ningún acuerdo. Como tampoco surtió efecto la presencia del ministro del Interior, el cristinista Wado De Pedro, en la recepción en Ezeiza durante la madrugada del martes. La gambeta de Messi al funcionario no será premiada en ninguna cancha, pero ya forma parte de la leyenda mundialista.

Hay una parte de la consagración argentina que ni Alberto, ni Aníbal ni Wado terminaron de entender. “Chiqui” Tapia ya no es aquel dirigente de Barracas Central cuyo único mérito era ser el yerno de Hugo Moyano y el delegado de la familia en la caja del CEAMSE. Ahora es el presidente de una organización que acaba de ganar la Copa América, la Finalíssima intercontinental y el Campeonato Mundial en Qatar. Cincuenta y dos millones de dólares de premios en la FIFA y una cifra diez veces mayor en ingresos por sponsors. Más superávit que el del Banco Central.

“Chiqui” Tapia fue quien le dijo que no a la invitación de concurrir a la Casa Rosada, pero la decisión venía del cuarteto que lidera los movimientos de la Selección campeona. Messi, Angel Di María, el “Dibu” Martínez y Rodrigo de Paul fueron los opositores más férreos a que la celebración no se manchara con ninguna tintura de la política. Y el director técnico campeón, Lionel Scaloni, siempre respaldó la postura de sus dirigidos. Con la gente sí; con los políticos no.

Hubo gritos y hasta algunos insultos entre “Chiqui” Tapia y Aníbal Fernández en la negociación caliente del martes. Por eso, el ministro del Interior al día siguiente salió a criticarlo con mucha dureza y a sugerir que el presidente de AFA estaba borracho arriba del ómnibus mientras discutían. Era la devolución de gentilezas por el tuit que Tapia había escrito el día anterior, al revelar en sus redes sociales que la caravana de la Selección se terminaba por una decisión del Gobierno nacional que el equipo no compartía. El quiebre con la Casa Rosada ahora era público.

Empoderado por la obtención del título y en medio de un festejo que incluyó algunas botellas de gaseosa con fernet, servidas en botellas plásticas cortadas al medio como se acostumbra en las canchas de fútbol y en muchos barrios suburbanos de la Argentina, “Chiqui” Tapia escribió un segundo tuit. Además de las críticas al Gobierno de Alberto y Aníbal Fernández, deslizó un elogio para el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni. Se metía así en una de las internas que cruzan al kirchnerismo.

No han sido buenos días estos últimos para el Presidente. A la pelea con “Chiqui” Tapia y al desaire de los Campeones del Mundo (“ellos no quisieron venir”, se amargó por radio), Alberto debió agregarle el fallo judicial de la Corte Suprema de Justicia, que el miércoles ordenó restituirle el 2,95% de la coparticipación que le había quitado a la Ciudad para dárselo a la provincia de Buenos Aires en 2020. Fernández rompió su relación institucional con Rodríguez Larreta por pedido de CFK, y para resolverle a Axel Kicillof los reclamos de la Policía Bonaerense, uno de los tantos aspectos adversos de una gestión sin aspectos positivos.

Poco después de la condena a prisión por corrupción de un tribunal oral contra Cristina, la Corte enhebró dos fallos adversos y contundentes para el Gobierno nacional. La ratificación de la condena contra la activista kirchnerista Milagro Sala, a 13 años de prisión por asociación ilícita y fraude al Estado. Y la devolución de los fondos coparticipables a la Ciudad. “Es un día aciago para el federalismo”, criticó el Presidente, que intentará rodearse de los gobernadores peronistas para darle un poco más de fuerza a esta debilidad que ya no sabe cómo remediar.

Por el contrario, el fallo fortalece a un Rodríguez Larreta que se dispone a consolidar su precandidatura presidencial enfrentando el desafío permanente de Patricia Bullrich y tratando de doblegar la sombra amenazante del ex presidente Macri. Acaba de congregar a dirigentes de todo el país en un acto en Parque Norte y prepara una campaña de verano en las plazas de la costa atlántica, en algunas ciudades turísticas de Córdoba y también de Entre Ríos. Marzo será para todos el mes de las definiciones.

La Navidad se aproxima para los argentinos con la llaga lacerante de una inflación cercana al 100% y con la pobreza superando el 50% si no se cuenta el calmante de los planes sociales. Apenas queda la alegría del fútbol y el recuerdo de los goles de Messi que se empiezan a esfumar cuando se atraviesa la puerta del supermercado y vuelve a golpear la realidad. Como consuelo, muchos tendrán en estas fiestas la camiseta campeona de la Selección y alguna foto de Messi besando la Copa esquiva por tantos años.