El Presidente siguió el operativo desde la Quinta de Olivos y defendió el rol del gobierno ante las críticas de Chiqui Tapia. Evitaron polemizar con el dirigente de la AFA, pero hay bronca con La Cámpora.
El balcón de la Casa Rosada nunca formó parte de las opciones del técnico de la selección, Lionel Scaloni, ni del capitán del equipo Lionel Messi, aunque el presidente de AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, no perdió las esperanzas de convencerlos hasta el último momento, dada su afinidad con el gobierno nacional.
La llegada del plantel al VIP de Ezeiza comenzó con el ninguneo rotundo de Messi y todo el equipo al ministro del Interior, Wado de Pedro, quien mendigaba un saludo esperando con cara de perrito mojado junto a la escalerilla del avión. Antes de partir de Qatar, la opción Casa Rosada estaba descartada de cuajo y a su arribo a la Argentina se confirmó lo que sería el recorrido del bus con la selección.
Aunque bastaba ver las imágenes de la salida de Ezeiza y la llegada al predio de la AFA, separadas solo por un par de kilómetros, para avizorar que el camino sería muy complicado. Alrededor de las 14.00 del miércoles 20 de diciembre, más de 4 millones de personas inundaban las autopistas y la avenida 9 de Julio.
Luego del desvío del colectivo que trasladaba a los jugadores ante la imposibilidad de llegar a Capital Federal, dado que la autopista 25 de Mayo era una marea humana, fueron subidos a diversos helicópteros.
Pero instantes antes de subir al helicóptero, tuvo lugar una acalorada discusión con el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, quien intentó el traslado a la Casa Rosada como la mejor opción por la seguridad del grupo. El objetivo de la foto tan deseada por Alberto Fernández podría haber sido el resultado del chantaje, pero también de la pésima organización de la caravana. De hecho, diversas fuentes aseguraron a REALPOLITIK que las autoridades habían dispuesto un catering dispuesto dentro del palacio, donde aguardaban ansiosos algunos ministros del gabinete.
Ante este hecho, los jugadores se plantaron y decidieron que si el objetivo era Casa Rosada no subirían a los helicópteros dispuestos por Policía Federal. Sin opciones, Aníbal Fernández no tuvo más alternativa que aceptar la derrota. Los campeones solo accedieron a saludar a los millones de hinchas dispersos en el centro porteño en un vuelo rasante desde una de las naves, sin concretar lo que el plantel había pedido: celebrar en el Obelisco junto a la gente.
El gobierno nacional intentó apropiarse de un evento deportivo, de jóvenes que en su mayoría viven en otros países y nada quieren saber con las avarientas internas de la política nacional, tomando de rehén a millones de hinchas de diversos clubes locales y con ideas políticas distintas conviviendo pacíficamente en las calles.